¿Te duele la espalda y no quieres tomar más pastillas?
El dolor de espalda se ha vuelto algo tan cotidiano que nos parece normal.
Para algunos aparece por la noche, después de un día especialmente pesado. Para otros surge después de un accidente o una caída y aunque puede disminuir, no desaparece por completo.
Según la OMS, más del 70% de las personas que viven en países industrializados ha tenido (o tendrá) un problema de espalda en algún momento de su vida.
Sin embargo, los dolores de espalda son un problema reciente, en especial los de la zona lumbar o la espalda baja. Durante más de dos millones de años, la vida de nuestros antepasados fue completamente distinta a la nuestra. Es solo durante los últimos 250 años que hemos pasado cada vez más horas inmóviles (y sentados).
Por eso se dice que el dolor de espalda es un desajuste evolutivo. Nuestro cuerpo evolucionó para llevar una vida activa y necesita movimiento para funcionar óptimamente. Una investigación de la Fundación Británica del Corazón encontró que muchas personas pasan 9.5 horas al día en actividades sedentarias. Si le sumamos las 7 u 8 horas que dedicamos a dormir, esto equivale a pasar más del 70% de nuestro tiempo casi inmóviles.
Y es que no solo el trabajo nos exige más tiempo sentados, sino que muchas de nuestras actividades también requieren sillas, desde leer, jugar videojuegos y ver la televisión hasta manejar, ir al cine o ir a cenar.
¿Se han vuelto más débiles y envejecidos los músculos de tu espalda?
Cuando los usamos a diario, los huesos se vuelven más densos y los músculos se hacen más fuertes.
En cambio, si pasamos la mayor parte del tiempo inmóviles, los huesos se vuelven frágiles y los músculos se debilitan.
Para estar de pie o para movernos los músculos abdominales, lumbares, de la espalda, de la pelvis y los glúteos se activan y le dan soporte a la columna vertebral, que usualmente carga la mayor parte del peso de nuestro cuerpo.
Pero cuando nos sentamos en una silla con respaldo (o casi nos recostamos en ella), estos músculos permanecen casi inactivos y se debilitan (y algunos se vuelven más cortos con el tiempo), ocasionando que la columna, la cadera y las rodillas tienen menos ayuda para cargar el peso del cuerpo el resto del día. Los ligamentos y tendones también se dañan, con lo que se inflaman los nervios, y es cuando aparece el dolor.
Estar inactivo también nos hace envejecer más rápido. Un estudio encontró que las mujeres que pasaban 10 horas al día sentadas tenían telómeros más cortos. Entre más jóvenes sean las células, más largos son sus telómeros. Calcularon que estas mujeres habían envejecido celularmente alrededor de 8 años por su estilo de vida sedentario. La diabetes, las enfermedades del corazón y algunos tipos de cáncer son otras consecuencias posibles del sedentarismo.
¿La solución es ir al gimnasio?
Si después de pasar más de 10 horas inactivos hacemos ejercicio intenso durante 1 hora, ¿esto contrarresta los efectos negativos?
Los estudios sugieren que no.
Nuestro organismo completo funciona mejor cuando pasamos más tiempo activos, no solo una hora por día. Además, parece que a nuestros músculos y huesos les gusta un equilibrio en el nivel de actividad: ni demasiado intensa, ni demasiado suave.
Por otra parte, el dolor de espalda también puede estar relacionado con factores como un sueño de mala calidad, problemas digestivos, llevar una alimentación inflamatoria, tener niveles de estrés muy altos, tener alguna enfermedad o infección, tener sobrepeso o incluso un mal manejo de las emociones.
¿Pastillas para el dolor?
Son la respuesta más común porque reducen el dolor momentáneamente, pero no lo resuelven de raíz.
Bloquean la inflamación por un momento, pero la causa que está provocando que los nervios se inflamen sigue ahí, por lo que el dolor vuelve (más intenso cada vez). La inflamación es una respuesta natural y necesaria del cuerpo, es una señal de alerta de que hay un problema más grande que necesitamos atender.
Al tomar el medicamento de forma tan recurrente, las personas suelen volverse dependientes de él y necesitan dosis más altas o medicamentos más agresivos que pueden provocar daños en otros sistemas del organismo —como el sistema digestivo y el hígado—, con lo que aparecen más síntomas. Por otro lado, quienes optan por una cirugía muchas veces terminan con complicaciones mayores.
¿Qué se puede hacer?
Para prevenir y mejorar el dolor de espalda, es mejor buscar alternativas que apoyen al cuerpo en lugar de bloquear sus respuestas. Estas son algunas de nuestras recomendaciones:
- Pasar menos tiempo sentado.
Hay muchas estrategias para las horas de trabajo: conseguir un escritorio para trabajar de pie, sentarte a ratos sobre un banco (sin respaldo, con buena postura), sobre una pelota de pilates o sobre el piso, tomar llamadas telefónicas mientras caminas, poner una alarma que te recuerde hacer breaks para estirar el cuerpo y cambiar de postura cada hora, incluir caminatas cortas a lo largo del día, etc. ¿Cuáles son las estrategias que funcionan mejor para ti?
- Un tratamiento para neuroestimular las zonas afectadas.
En las oficinas de Beboon en la Ciudad de México, la Dra. Melanie Ortiz ofrece un tratamiento para el dolor con un sistema de tecnología rusa. Primero hace un diagnóstico con resonancia magnética no lineal: coloca resonadores sobre la cabeza para medir la información electromagnética que se genera en el cerebro y así recibir información de los tejidos del cuerpo. Esta resonancia puede dar un diagnóstico con hasta 85% de exactitud para saber qué es lo que está provocando el dolor: puede ser un nervio, un hueso, un problema circulatorio, una infección, cambios en la microbiota, etc.
Una vez que identificó la causa, hace un plan de tratamiento con un aparato (SCENAR) que estimula las partes del cuerpo que están afectadas. Al estimular así, ayuda a regular la comunicación eléctrica entre el cerebro y esa zona para que se comuniquen y así se favorece una buena función sin necesidad de tomar medicamentos. El SCENAR promete disminuir el dolor en un 50% desde la primera sesión. - Un estilo de vida antiinflamatorio.
Hay muchas cosas que causan inflamación. Por ejemplo, una alimentación inflamatoria: alta en azúcar, grasas “vegetales” sintéticas, harinas procesadas, etc. También dormir poco y estar estresado causan inflamación. Otras causas: las toxinas que entran al cuerpo a través de cremas, shampoos, aromatizantes, aire contaminado, verduras con pesticidas, carne con hormonas, alimentos en contacto con plásticos, saborizantes en nuestra comida, etc. Cuando estos factores se combinan, el resultado es inflamación y dolor. En cambio, un estilo de vida antiinflamatorio está más cerca de lo natural: alimentos naturales, tiempo en la naturaleza que reduce el estrés y mejora el sueño, productos naturales y sin aditivos, movimiento natural. - Antiinflamatorios naturales.
La cúrcuma es uno de los más poderosos. Es muy benéfica porque no bloquea la respuesta de inflamación, sino que apoya al cuerpo para disminuirla y así no causa efectos secundarios. En Beboon la consigues en nuestro suplemento Inflam Support, compuesto por cúrcuma orgánica de muy alta concentración.
Otro antiinflamatorio natural que apoya al cuerpo es el caldo de huesos orgánico, pues es rico en nutrientes que promueven la reparación de tejidos. - Masaje abdominal.
Algunas veces, el dolor en la zona lumbar está relacionado con temas digestivos. Puedes practicar un masaje suave en espiral, empezando en el ombligo y ampliando el movimiento hacia el resto del abdomen, en dirección de las manecillas del reloj.
- Movimiento que respete al cuerpo.
Para fortalecer músculos y huesos sin dañarlos, la clave es elegir formas de movimiento que respeten el organismo. Correr maratones puede no ser la mejor opción para la mayoría de nosotros. En cambio, hay actividades y entrenamientos que son más amables con nuestros sistemas, como las caminatas, yoga, pilates, ejercicio de intervalos de alta intensidad (HIIT) y artes marciales como el chi kung. También son ideales los ejercicios que ayudan a que la columna recupere su posición neutral y a fortalecer los músculos que la apoyan.
- Mejor calidad de sueño.
Puede ser la estrategia más importante para que no se vuelva un círculo vicioso: el dolor crónico suele causar problemas de sueño, mientras que la falta de sueño empeora el dolor y reduce nuestra tolerancia.
En cambio, durante el sueño nuestro organismo lleva a cabo procesos irremplazables que ayudan a eliminar toxinas y reparar los tejidos que lo necesitan.
- Regular emociones y revisar creencias.
Nuestras creencias (conscientes o no) y nuestras emociones pueden alterar cómo percibimos el dolor y cómo respondemos a él. El dolor también está muy relacionado con la ansiedad, el estrés y el estado de ánimo. Por eso pueden dar muy buenos resultados los ejercicios de respiración, mindfulness, meditación, journaling y similares.