¿Cómo ayuda el cerebro a mejorar la digestión?
¿Sabías que con solo imaginar una comida que te guste, tu cuerpo empieza a producir enzimas para la digestión?
Por ejemplo, si en este momento imaginas que tienes en la mano un limón lleno de jugo, súper fresco y con un olor delicioso, y estás a punto de exprimirlo… es muy probable que ya estés salivando.
Esa saliva contiene enzimas e inmunoglobulinas (anticuerpos) que tu organismo ya está preparando para iniciar la digestión, que es un proceso impresionante. Por eso decimos que la digestión inicia en el cerebro, no en la boca.
A pesar de esto, muchas veces no invitamos a nuestra mente a la hora de comer. No dejamos que el cerebro haga su parte del proceso digestivo:
- Cuando comemos con prisas o de pie
- Cuando comemos estresados o discutiendo con alguien
- Cuando comemos mientras trabajamos o viendo el celular
- Cuando comemos sin poner atención a los sentidos
- Cuando comemos sin hambre
¿Cómo ayuda el cerebro a mejorar la digestión?
Si comemos con atención, con calma y con consciencia, nuestro cerebro se comunica con todo el cuerpo para activar nuestro poder digestivo. Se produce saliva con enzimas que ayudan a digerir los carbohidratos. El estómago empieza a producir los ácidos que necesita (hay que recordar que la mayoría de los problemas de gastritis y reflujo no son causados por exceso de ácido estomacal, sino por falta de ácido). El esófago se prepara para el movimiento, para empujar la comida hacia abajo.
Además, el cerebro puede defenderte de alimentos riesgosos en caso necesario. Por ejemplo, puede alertarte si tienen un mal olor o si su aspecto es desagradable. Incluso si no está echado a perder, tu cuerpo puede darte señales de que no es un alimento que te conviene comer en ese momento (siempre y cuando lo escuches con atención).
Algunas formas de invitar a tu mente en cada comida:
- Saborea con los ojos y con la nariz.
Antes de dar el primer bocado, toma un momento para disfrutar de tu comida con la vista y con el olfato. ¡Se convierte en una experiencia de lujo! - Aleja el estrés.
Proponte comer siempre sentado y con calma.
Antes de comer, puedes hacer 4 o 5 respiraciones profundas: inhala por la nariz en 4 tiempos, sostén el aire durante 4 tiempos y exhala por la boca en 4 tiempos. Repite 4 o 5 veces. Puedes poner una mano sobre tu estómago y sentir cómo sube y baja con cada respiración (para que no sean solo respiraciones pequeñitas). Esta práctica ayuda a calmar la respuesta de estrés en tu cuerpo, pues cuando está en alerta la digestión se altera y puede ocasionar gastritis, diarrea, estreñimiento o afectar tu microbiota. - Siente tu hambre: ¿de qué tipo es?
Puede ser emocional, por aburrimiento, por antojo, por sed, por falta de variedad o porque realmente le hacen falta alimentos y nutrientes a tu cuerpo. Si tu hambre no es de este último tipo, ninguna comida la va a saciar. Si te preguntas qué tipo de hambre estás sintiendo, cada vez será más fácil distinguirlas y saber cuándo es hambre real. - Que la comida ocupe toda tu atención.
Un regalo para tu salud es comer sin distracciones: celular, computadora, televisión, etc. Si estás atento a tus sentidos durante la comida (sabor, olor, tacto, vista), notando cómo se siente tu cuerpo y disfrutando de buena compañía, tu salud se multiplica. También te será más fácil evitar comer de más. - Agradece.
Un momento para sentir gratitud por las plantas y los animales que nos sirven de alimento, por todas las personas que participaron para que esto llegara a nuestro plato. Gratitud porque cada célula de nuestro cuerpo está recibiendo vida y salud con cada bocado. Gratitud por el placer de comer y por compartir la comida con las personas que queremos.
Te pueden sorprender los efectos de invitar a tu mente con estas estrategias, desde sentirte mucho más relajado y alegre el resto del día, tener menos antojos, cambiar tu relación con la comida y conocer cada vez mejor a tu cuerpo.
Además, cuando mejora tu poder digestivo, mejora toda tu salud: envejeces menos rápido, tu piel se limpia, puedes concentrarte mejor, estás más preparado para defenderte de cualquier enfermedad, eres menos propenso a desarrollar alergias, tus hormonas funcionan increíble, puedes concentrarte más fácilmente, ¡todo mejora!
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